Presentamos Shiro, un diseño de Antoni Arola de 1998. Shiro, literalmente “blanco” en japonés, es una palabra muy polivalente en la tradición filosófica nipona que evoca vacuidad, honor, pureza y serenidad. Lejos de ser una simple ausencia de color, Shiro representa un vacío lleno de potencial, una expresión de energía contenida. Una apertura espiritual que invita a la contemplación y al descubrimiento.
Esta luminaria, concebida tanto para espacios interiores como exteriores, se inspira en la delicada relación entre la naturaleza y la arquitectura del “yukimi shōji”: paneles correderos tradicionales japoneses que, desde la intimidad del interior, sugieren sutilmente la presencia del mundo exterior.
Takeji Iwamiya, Daitoku-ji, Kyoto (atrib.), c. 1950s. © Estate of Takeji Iwamiya.
Es un objeto racional y pulcro, donde la estructura no encierra, sino que filtra el flujo luminoso a través de unas lamas dispuestas en forma de cubo. Aunque concebida originalmente para exteriores, su versión pequeña para interiores se convierte en una discreta y versátil ventana de luz indirecta.
“El contraste con las formas de las plantas me llevó a diseñar un objeto muy racional, pulcro. Un cubo formado por persianas. Es evidente la influencia de la admirable arquitectura tradicional japonesa. Por algo son los grandes maestros de la interrelación entre la arquitectura y el jardín.”
Antoni Arola
Antoni Arola
Nacido en Tarragona en 1960 y formado en la escuela Eina de Barcelona, Antoni Arola, Premio Nacional de Diseño 2003, es una de las figuras clave del diseño español contemporáneo. Su sentido común le ha permitido abordar con brillantez tanto el diseño de un frasco de perfume o de una lámpara como importantes proyectos de interiorismo.
Tras trabajar junto a referentes como Lievore, Pensi o el estudio AD, fundó Estudi Arola en 1994 y se adentró en el mundo de la iluminación con una mirada personal y experimental, donde lo artesanal prima sobre lo industrial. Arola entiende la luz como una materia sensible, a medio camino entre lo físico y lo emocional. En su obra, espacio, temperatura, ritmo y atmósfera conviven con un rigor técnico y una voluntad poética. “El diseñador es solo un catalizador —afirma—. Todo está en el aire. Solo hay que concretarlo”.
Más que objetos, sus lámparas son atmósferas habitables: entornos donde la luz y el espacio se entienden como una misma cosa. Ello requiere un dominio más allá de la forma, que captura lo que el ojo desnudo no ve y lo convierte en experiencia.
El imaginario Arola bebe de culturas ajenas —la africana, la japonesa— donde encuentra símbolos y formas de vida que transforma en lenguaje visual. En su mirada se percibe también la mano del escultor, la afición al dibujo y un diálogo constante con el arte contemporáneo. Arola diseña como quien observa: con profundidad, atención y una curiosidad casi espiritual.