Ignazio Gardella

Milán, 1905 — 1999
Miembro de la llamada tercera generación del Movimiento Moderno, se considera a Ignazio Gardella uno de los máximos exponentes del Racionalismo italiano. Corriente que, sin embargo, siguió a su manera, tratando de liberarse de sus limitaciones a lo largo de su carrera.
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Nacido en Milán en 1905, Ignazio Gardella pertenecía a una larga saga familiar de arquitectos. Estudió ingeniería civil en el Politécnico de Milán (1931) y más tarde arquitectura en Venecia (1949), dos disciplinas que acabarían fundiéndose en su forma rigurosa y abierta de entender el diseño y la construcción.

Sus primeros pasos profesionales estuvieron ligados al mundo del diseño, colaborando con firmas como Olivari, Azucena y, especialmente, Gavina, para las que ideó piezas que aún hoy perduran por su elegancia atemporal, como la butaca Digamma. Como diseñador, Gardella mantuvo siempre una mirada ecléctica y exigente, capaz de conciliar elementos de estilos diversos en piezas de gran coherencia estética.

Algo similar ocurre en su obra como arquitecto. Desde muy joven fue consciente de la necesidad de superar los dogmas: en 1935 publicó sus primeros proyectos en la revista Casabella, en torno al grupo liderado por Ernesto Nathan Rogers, uno de los núcleos más innovadores de la arquitectura italiana.

Convencido de que la arquitectura debía evolucionar, en 1945 fundó el Movimento Studi Architettura junto a otros jóvenes arquitectos milaneses. Desde 1949 fue profesor en el Istituto di Architettura de Venecia, donde enseñó durante más de 25 años, y participó activamente en los CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna), contribuyendo al debate europeo sobre el futuro de la disciplina.

Su obra arquitectónica arrancó con el Dispensario Antituberculoso (1938) y el Laboratorio Provincial de Higiene en Alessandria, considerados ejemplos modélicos del Racionalismo italiano. No obstante, y a pesar de ser uno de los máximos exponentes del Movimiento Moderno en Italia, Gardella intuye muy pronto la necesidad de superar los rígidos límites del estilo racional. Rigor y libertad fueron, simultáneamente, sus constantes.

A lo largo de su trayectoria dejó huella en proyectos tan diversos como la Casa Borsalino en Alessandria (1950), el Pabellón de Arte Contemporáneo de Milán (1951), la Casa delle Zattere en Venecia (1958), el comedor Olivetti en Ivrea (1958), los despachos de Alfa Romeo en Arese (1969) o la reconstrucción del Teatro Carlo Felice en Génova (1991), en colaboración con Aldo Rossi.

Recibió importantes premios como el Nacional de Arquitectura Olivetti (1955) o el Fiuggi (1988), y fue nombrado miembro honorario de la Accademia di Belle Arti di Brera y de la Accademia di San Luca.

Autocrítico y siempre en movimiento, Gardella defendió la necesidad de no fosilizarse: “La arquitectura no puede limitarse a una fórmula: el ojo y la sensibilidad son las únicas herramientas verdaderamente imprescindibles”.

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